sábado, 17 de septiembre de 2022

El eje de la hoguera

 

Mamá dijo: no mires las rosas, aparta tu nariz del eje de su hoguera, no aspires su fragancia, es humo ardiente que te infectará de uta, los gusanos que incuban en el centro sutil carcomerán tu garganta, destruirán tu cara y tragarán tus ojos.

Después de varios años compré rosas amarillas, las traje temblorosa entre mis manos desde el mercado de Breña donde antes rehuía su mirada. El muchacho delgado me vio pasar cerca de la cafetería.

¿Adónde vas tan de prisa?; ven tomemos un café ¿qué llevas entre tus manos? Sin desviar la mirada le respondí: Llevo rosas amarillas a mi casa. Y seguí mi camino.

Las coloqué en el florero de cristal y las miré extasiada. Acerqué mi rostro y aspiré su fragancia, un aroma suave y delicado ingresó por mi nariz, olí profundo y enjuagué mi sangre, corté la liana de espinas que me ataban. Dejaron de crujir mis huesos, liberaron las moscas sus rencores.

Mi corazón se concibió parte del rosal, fue el día en que mamá se convirtió en un triángulo rojo y no pudo detener mis pasos a la florería.

El cuervo se asoma

 

El cuervo se asoma

quiere distinguir la luz del sol

golpea y sacude las paredes de la jaula roja

el olor de ella que se aproxima enemiga lo ha incitado.

 

Lo desafía.

 

Gira incontenible en las paredes cóncavas

sus puños crispados impiden respiración

araña mi garganta

ensaya salir por mis labios

desgarra el lienzo purpúreo que lo envuelve.

 

Mi pulso es el ritmo de los tambores de guerra.

 

Aletea

afila las garras

sus plumas negras fisuran mi corazón

pervierte la sangre

dos pozos de inquina invaden mis ventanas

el cuervo se asoma

Sin detenerlo espero a mamá.

En los puentes

 

Que no te perturben los niños del Puente Rojo

 los que estrujan los senos de sus mamás

y chupan de sus pezones de higo

las últimas gotas de leche,

comparten alfañiques y dientes cariados,

liados de plumas se resbalan en los subibajas.

Contemplan volar gallinazos

que en el aire se disputan la carroña

desde volátil puente Rojo 

que deshiló la brava quebrada.

 

Ni te perturben los niños del Puente Blanco,

que con largos cuchillos juegan a carniceros

visten de piel profanada beben en cachos de toro,

saquean bizcochos, infaman memorias

sus manos enguantadas invitan al camal

convidan vísceras de corderos

desde el Puente Blanco

que infecta sangre al río Jequetepeque.

 

Mi casa en fotografía

 

Mi casa estaba hecha de carrizos

que crecieron cerca de un río

mi padre tapió con barro todas las hendijas

y no dejó una sola ventana

mi casa solo tenía un portón

que no permitía entrar a nadie.

 

El sol se filtraba por los huecos oxidados de las calaminas

me inmovilizaba frente a esa luz que parecía una estrella

el astro que florecía desde ese pequeño agujero

calentaba la palma de mis manos

descubría figuritas y arcos iris

destellando dentro de ellas.

 

Mi casa tenía un árbol de espino

que prodigaba espinas para reventar pus de mis heridas

nunca dio frutos

pero fue madre adoptiva

de los tordos y las chilalas

de los pájaros que allí hacían sus nidos

de los gallinazos que me visitaban por las tardes

sin que nadie se percatara.

 

 

 

Después de años transité por la casa de mi mamá

ella quiso limpiar mis huellas

derribó las paredes de quincha donde inhumé tormentos

mi casa no existe

mi casa solo está en mi memoria

en la fotografía.