Golpeo mi cabeza en las esquinas.
─Balancéate casita de madera, camisa de fuerza protégeme de mí.
Que no suban las serpientes por mis piernas y
no aviven los secretos de la Casa Vieja y
me hablen de la familia.
─¡Orfandad!
Con un pabilo en las manos bosquejo figuras entre
los dedos diamantes, cocos y nudos, desgarro
los recuerdos de aquel patio de nube, el fugaz nido del ave azul y el gallinazo
que atiza con sus alas mis pesadillas.
En un baúl de cartón han escondido las tijeras, voy
a arrancar mis trenzas y mis uñas, con dunlopio haré una muñeca sin corazón.
─ ¡Mutila,
mutílate, mutílalo!
Plánchalos con una docena de golosinas diazepan, muéstrale
la soguilla en su cuello y se columpie a las 3.33
─Hay que aquietar la voz que ordena asesinar,
mostrarle la bondad desde el interior.
─Y en la mesa ahuecada un cadáver es despedazado
en cuatro.
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